miércoles, 16 de septiembre de 2015

Algo así como hermanos


El conflicto con las libertades civiles estriba en que,  individualmente, nos pueden resultar sensatas, tanto como nuestro de deseo de cumplir la voluntad personal sin dañar a otros, lamentablemente, suelen encontrarse con la moral individual de otros que intentan ejercer su poder sobre estas, creándose un antagonismo, en ocasiones, de carácter ciudadano o hasta familiar. Por eso,  al final del día,  su ejercicio puede requerir de mucha valentía y, lo que considero más preocupante, a veces,  podemos llegar a considerar  normales sus intentos de cercenamiento.

Construimos la realidad con ciertas imágenes y recuerdos. Algunos retumban de forma significativa en nuestra memoria. Ese jovencito apareció junto a mi al medio día, junto a ese maravilloso calor pegajoso de Guayaquil que antecede las noches frescas estrelladas con la espuma de una cerveza. Joven, cabello rizado, demostrando mientras desarrolla su discurso, una excelente memoria. Así debió ser el Tadsio que describe Thomas Mann en la muerte en Venecia. Este joven emana algo de lo que  recoge Xavier Dolan en sus maravillosos personajes.

Este joven me dice algo así como: Yo considero normal que los matrimonios entre personas del mismo sexo esperen, que primero se produzca la unión de hecho, para que la gente se acostumbre.

Le contesté que no, preocupada,  pensando:  no se en que momento empezamos a considerar que la interpretación errónea de un derecho civil puede ser una costumbre en nuestra vida política como ciudadanos.

La realidad no siempre se construye con recuerdos difíciles. Algunos, honestamente, preferiría, quizás no haberlos guardado jamás en mi memoria. Junto a muchos otros periodistas de Guayaquil, he contemplado las horribles  imágenes repletas de  casas construidas en medio de la precariedad, siendo derrumbadas en segundas, usando máquinas inmensas, con la gente llorando alrededor, desesperada, colocando su mirada perdida en ningun lado,  en medio de la tristeza que deja el perder lo poco que se tiene.

En el intento de  regular algo que debe ser primero atendido desde una perspectiva de desarrollo dirigida hacia los más pobres, los responsables de estos operativos han sembrado la tristeza. Considero, como persona que cree en los Derechos Humanos y además, debo confesarlo, católica, que la solución para estas familias debe ser analizada junto a los afectados,   con la participacion de las universidades, las organizaciones sociales y eclesiásticas del sector y todos los que voluntariamente quieran ayudar.

A veces los recuerdos pueden ser agridulces. En medio de la desolación han surgido iniciativas que interrumpen la estela de tristeza, porque en Guayaquil vive mucha gente generosa, la reciente atención brindada a la Isla Trinitaria por las personas que compartieron sus historias, les enviaron comida y cuidaron a sus animales, es una muestra de lo que describo más arriba.

Preocuparse por el otro y ayudarle con sus problemas,  ese otro al que he conocido hoy, que no es mi amigo o hermano, algo de eso implica creer en los Derechos Humanos. Considero que se trata de  una tendencia natural en muchas personas, el querer ser útiles y compartir con otro que lo necesita. Sin importar las diferencias, ideologías políticas u orígenes de clase.

En circunstancias parecidas a las que describo más arriba, en medio de la desolación,  conoci a una mujer, viuda, y a un periodista joven que la acompañaba: mi profesor Billy Navarrete. El caso Fybeca llenó entonces las portadas de los periódicos, donde se contaba la tragedia que vivieron estas mujeres.  Aun queda pendiente la respuesta por el paradero de Jhony Gómez. Este caso, la fotografía y sus sufrimientos, fueron conocidos gracias a la gente que en ese entonces conformaba Diario El Universo.

Aqui en Guayaquil, mucha de la escena de Derechos Humanos, tiene mucho de oficio periodístico. Al decir esto me refiero también a todos los miles de twitteros que participan, difunden y batallan virtualmente por la vigencia de los Derechos Humanos en el país, a los reporteros, fotografos y presentadoras de televisión que abordan las perspectivas de los Derechos Humanos en diversos temas: diversidad sexual, naturaleza, minorías, personas afro discriminadas, participación política, libertad de expresión y, en otro ámbito de derechos, de comercio y a los mal llamados activistas-Ejercer los derechos de ciudadanía implica, valga la redundancia, ser ciudadano, no activista, aunque las palabras no se contradigan-que unen su voz a la de esos que no son sus hermanos, pero que por un día han decidido cuidar. Esta acción incluye a quienes protegen a los afectados por un desalojo, a las mujeres que sufren violencia, a los niños, poblaciones discriminadas o a los periodistas.


Al final del día, el opinar  es un derecho humano, sobre la importancia del caldo de salchicha en la dieta ecuatoriana, justica, politica, cine, chismes o lo que sea. Opinar es un derecho protegido por la libertad de expresión, derecho que le compete tanto al periodista que emite su representacion, investigación y opinión como al ciudadano que la recibe. Los periodistas Roberto Aguilar y José Hernandez-Cuyo trabajo ha sido expuesto ahora en un informe estatal-ejercían su derecho a la libertad de expresión cuando criticaban a los funcionarios públicos. Ellos pueden asociarse con otros para ejercer la ciudadanía.

El derecho a participar en política lo reconoce la Declaración Universal y otros tratados de Derechos Humanos. Si revisamos diferentes definiciones sobre política vamos a encontrar que el ejercicio de esta se encuentra estrechamente vinculado al ejercicio de ciudadanía y democracia. Criticar y opinar sobre la esfera pública, el ejercicio de los funcionarios y los discursos que se esgrimen desde la video-politica, como la entendía Giovanni Sartori resulta necesario para entender nuestros disensos-Esos que siempre van a existir- y así construir un país en el que todos nos sintamos, algo así, como hermanos.

viernes, 17 de julio de 2015

El silencio elocuente de Diego Araujo






¿Què recursos de comunicaciòn utiliza el director de la pelìcula “Feriado” para contar una historia innovadora sobre los peligrosos antagonismos sociales y el recurrente tópico cinematogràfico del amor adolescente?
Algunas películas ecuatorianas tienen un espacio en la construcción de lugares comunes e hipérboles vacías al recrear escenas rebeldes de baja factura, sobre todo por la poca credibilidad que la experiencia actoral le da a ciertos personajes. Otras, en cambio, nos muestran conflictos en grandes escenarios selváticos y urbanos, donde los pobres y los ricos aparecen retratados por su fachada y su condición de “clase”. “Feriado” -la última película de Diego Araujo- va en contra de ambas corrientes y más bien, contribuye al engrandecimiento del cine local, con escenas verosímiles y representaciones lejanas a lo predecible. Aunque este filme recrea la historia de dos jóvenes que pertenecen a realidades distintas, sus diferencias no son explotadas como un recurso que aplana a los personajes y ni siquiera constituyen el conflicto principal de esta ficciòn. Se trata de una historia de amor protagonizada por un joven homosexual, narrada desde su mirada y las metáforas que su producciòn artìstica adolescente sugieren.

Feriado” -la película ecuatoriana más taquillera de 2014- resulta apropiada en sus puntos de giro, uno de sus grandes aciertos es el manejo del subtexto y la poesía en su narración, como aquella escena memorable que muestra a una ciudad desenfocada, titilando bajo el imperio de las luces, como techo de dos jóvenes probablemente enamorados, en un preciso retrato del mundo adolescente donde todo siempre está al revés. El silencio es otro de los componentes importantes de este filme. La falta de sonido puede llenarse con distintas interpretaciones. Mientras que las palabras de un guión resuenan en cada integrante de la audiencia por identificación o rechazo; el silencio, en cambio, parece vacío de sentido, rellenable quizá con los sentimientos que producen la ausencia y la duda. Aquí, el silencio contrasta con el humor de los personajes que rodean a Juan Pablo, uno de los protagonistas de esta historia.

Araujo dice que no ha recibido fondos del Consejo Nacional de Cine para apoyar la distribución de su primer largometraje. Esto no ha evitado que se convierta en la cinta más solicitada por el público que disfruta del cine dirigido por ecuatorianos. La película se estrenó en Guayaquil casi un año después de su lanzamiento en Quito, Ambato, Latacunga y Cuenca. Araujo anuncia que en los próximos meses, realizarán la presentación del filme también en Manta. “Feriado” además, ha estado presente en cuarenta festivales de cine y llegará también a salas de Argentina, Alemania, Francia y Reino Unido.


El mundo recreado en esta película se sostiene -además de en los silencios- en las contradicciones de clase con la misma sutileza que lo hace una novela de Manuel Puig llamada “Boquitas pintadas”. Los actores que recorren las escenas de “Feriado” viven, figurativamente hablando, en dos provincias: los blancos pudientes que rodean la casa que habita Juan Pablo, sus primos y los amigos de estos; y también están los otros, cuyo mestizaje indígena resulta más evidente. Entre ellos, está el atractivo objeto del afecto adolescente de Juan Pablo: Juano, a quien el protagonista descubre robando tapacubos de los vehículos en una fiesta que ofrece su tío, tan capaz de golpear a los ladrones como de congelar los ahorros de sus clientes en el banco que dirige. Juan Pablo salva a Juano de una paliza segura y este lo rescata de la vida, tan pueril como hostil y grotesca en su envidiosa comprensiòn de la masculinidad, que le ofrecen sus primos.

Entre las referencias literarias que Araujo reconoce en su obra, se encuentra la novela The Catcher in the Rye, de JD Salinger. Al igual que el protagonista de este libro, Holden Caulfield, el inocente Juan Pablo observa en silencio y con distancia su entorno, deambula por este, sorteando el fastidio que representan sus primos. Se aleja de todo y busca a Juano, conoce el heavy metal y encuentra semejanzas entre sus poemas -objeto de burla para sus parientes- y las canciones que Juano interpreta mientras sacude su melena.


Por Fernanda Carrera
Editado por Diana Romero