lunes, 21 de marzo de 2016

¿El cuerpo de las mujeres ya es de todos?


Visitando a su primo, detenido en la cárcel, Ana se enamoró de un recluso español, allí encerrado por haber cometido el delito de  micro-tráfico, con estupefacientes.

Como un personaje de Pedro Almodóvar,  suelta de lengua para explicar su situación y muy predispuesta a tomarse los hechos con picaresca tranquilidad,  ella esperaba que su novio, cumpliera la condena.

Mientras lo visitaba, Ana  asegura haber sufrido pequeñas vejaciones que denunció ante el CDH en 2014. Así la conocí, mientras documentábamos la situación carcelaria junto a un profesor de Antropología, como parte del pro-bono que realizamos en la institución.

Cuando nos visitaba en la oficina, sonreía y siempre contaba anécdotas graciosas sobre su amor atrapado entre rejas. Pero su gigantesca sonrisa se quebraba, al describir lo que parecía ser una invasión a su cuerpo. Ella denunciaba, asqueada, el recorrido de un objeto en su intimidad.

En 2014, ella formalizó una denuncia ante el CDH porque ya no soportaba lo que llegó a describir como una sucesión de hechos desagradables, en la puerta de ingreso, para ver a su pareja: “Me bajaron los pantalones hasta media piername pasaron ese palo detector por adelante y por atrás, me sacaron la blusa, el sostén y todo” contaba, incomoda sólo al recordarlo.



El conflicto entre seguridad y Derechos Humanos es una constante que recorre nuestra realidad. Sin embargo, los detectores de metales y los perros que detectan drogas, se utilizan en los aeropuertos diariamente.

A nadie se le ocurriría ingresar su dedos o un objeto sobre el cuerpo desnudo de una turista. Entonces, ¿Por qué el cuerpo de las mujeres que visitan la cárcel puede ser tocado?

En 2014, Ana participó en un plantón junto al CDH, para reclamar por lo que describía como una acción abusiva. Fotógrafas, tuiteros y periodistas se solidarizaron con su dolor,  comprendiendo el asco que debe causar el ingreso de una mano desconocida en el cuerpo de una persona.

Hoy, en marzo de 2016, dos féminas aseguran ser víctimas de cateo íntimo  y presentan una denuncia ante la Fiscalía.




No existe un vacío legal para desaparecer esta asquerosa prácticaDos mujeres argentinas obtuvieron un fallo favorable, tras denunciar el cateo íntimo que sufrieron mientras visitaban a un familiar. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos determinó en 1996 que ellas vivieron una practica que lesiona la dignidad de las personas.

Debe controlarse el ingreso de armas y estupefacientes a la cárcel, sin caer en prácticas como las anteriormente descritas. En consecuencia, las autoridades están en la obligación de investigar esta y otras denuncias.

¿O acaso tenemos que aceptar que el cuerpo de las mujeres, sea de todos los que quieran posar allí un objeto, en aras del control, perturbando su intimidad?

martes, 8 de marzo de 2016

Es tan mujer la que aparece casi desnuda, como esa otra, que la reprime amargamente

El 8 de marzo, murieron quemadas, un grupo de mujeres en huelga.

Hoy, 159  años después, las mujeres vemos como los relatos sobre nosotras se suceden, cayendo en un torrente, casi de forma interminable.


Alguno considerará que la mujer es un don de la creación, otra que los hombres mantienen la violencia machista por todos lados y algunas que ya nadie debería llamarnos putas por lo que sea que hagamos.

Yo creo que, todos tenemos derecho a expresarnos libremente, lo que no podemos es, quizas, dejar de oir los reclamos femeninos que aparecen cada tanto ante nosotros.


El aborto, la desigualdad salarial, la violación y las muertes-Asunto que al estar vinculado a la delincuencia en algunos casos-afecta por igual los cuerpos de todos.




Es tan mujer la que aparece casi desnuda, mostrando su belleza en la portada de una revista, como aquella que amargamente, por exponer su piel contra el aire, la reprende.

No podríamos decir que existe una sola forma de ser mujer. Aunque estemos de acuerdo en que no se puede tolerar la violencia, contra nadie.

Asi que, tan puta, como santa, todas tenemos derecho a existir, expresar nuestras ideas y, especialmente, a llegar a cierto consenso en medio del disenso.


No es que los problemas que conciernen a las mujeres no preocupen. Es que hay que hablar mucho, debatir demasiado y no considerar ninguna idea prohibida, para empezar a comprender, quizás,  la crudeza, de una realidad muy frágil.