jueves, 7 de abril de 2016

De como ingresé a las #CasasColectivas y regresé para contarlo




Todos me dijeron que me aleje, que no visite las casas colectivas. Adoro las antiguas viviendas cuencanas, con su patio central rodeado por pasillos que reciben la luz y la muerte tranquila de la tarde y no quise perder la oportunidad de conocer este bien patrimonial de Guayaquil.

Desde afuera, sólo se ven dos grandes bloques de cemento, rodeados por la creencia popular de misterios y leyendas de terror: son peligrosas la colectivas, repetimos siempre. Pude acceder a una maqueta dibujada de la casa, que me mostraba los patios centrales y con mi cámara de fotos, decidí recorrer sus pasillos interminables de laberinto ciego.

La preocupaciòn ha regresado al espacio: todos hablan de la amenaza de desalojo que pesa sobre sus cabezas.  La representación local del estado asegura que ya llega, para recuperar este bien patrimonial: para la ciudad. 

¿Y la gente que vive en las colectivas, llegó de Marte? 




Antes de ingresar a estos edificios, me movían la curiosidad y una razón distinta, visite las casas colectivas porque soy periodista y trabajo en una organización que intenta ayudar- Junto a muchos voluntarios- a las personas, para que se respeten sus Derechos Humanos cuando existe un conflicto. 

No somos perfectos, menos infalibles, pero creo que todos tenemos la buena intención de alcanzar la paz en la sociedad, en la medida de nuestras posibilidades.

 Temía encontrar lo peor al interior de esta vivienda pero me topé, en estas casas, con cuatro patios internos hermosos y una edificación que merece una mejora en su fachada y estructuras. Se trata de la primera casa colectiva de la ciudad y, ahora para mi, un ejercicio para darme cuenta de que la realidad siempre es mucho más compleja que nuestro discurso.

Esta experiencia me regresó en el tiempo, a la universidad.  Al cumplir 18 años, descubrí ahí  que la comunicación que yo emitía diariamente, traspasaba los límites del modelo “Emisor-mensaje-receptor”.

Mi profesor-Sí que tenía paciencia-nos enseñó que durante la emisión de la propaganda nazi-Sí, los documentales con los niños rubios y las mujeres sonrientes al Fuhrer que contrastan con los graciosos pero terroríficos relatos de Brecht en “Miserias del tercer Reich”-inspiraron la “Teoría de la bala mágica”. Algunos autores consideraron que los alemanes, creyeron toda la propaganda nazi, gracias a una gran acción comunicativa maquiavélicamente bien elaborada por parte de los emisores de dichos mensajes.


Sin embargo, las condiciones sociales y los referentes que tenemos en nuestras cabezas al momento de de-codificar un mensaje, tienen un papel fundamental en nuestro rechazo, aceptación e incluso, comprensión del mismo. Somos únicos e irrepetibles y difícilmente vamos a comprender un mensaje de forma idéntica. 

¿Recuerdan cuando en la infancia jugábamos al teléfono y el mensaje de “Tienes cara de muñeco” terminaba convertido en el sexto receptor en: “Chucky el muñeco diabólico”?


Regresando a Hitler, a ese juego del teléfono entre la propaganda y las audiencias votantes, Alemania, hundida en la desgracia de sus perdidas belicas, afectada por cambios económicos y derrotas en su orgullo de nación, se vio enfrentada a un régimen que apelaba a las diferencias para segregar, proponer el odio como mensaje y así generar identificaciones. Generó ciertos cambios en la política económica, además. 

La comunicación genera identificaciones y las audiencias realizan mediaciones con los mensajes. A pesar de la propaganda, muchos ciudadanos escondieron y apoyaron a los judíos, salvándolos de una muerte segura. Otros, quizás no lo hicieron por miedo a enfrentar una detención en una sociedad que Brecth retrata como el espacio idóneo para los delatores, soplones y traidores.

Yo pensaba que las colectivas eran un lugar, solamente, peligroso porque así me lo habían comentado, sin embargo, ahí descubrí familias que cuidan y mantienen sus viviendas en perfecto estado, trabajan y se parecen mucho a ustedes y a mi. 

Ellos no niegan la existencia de una posible deuda pero le piden a la Gobernación que  se realice un convenio de pago-No sería la primera vez que una institución pública actúe de esa forma-para saldar lo que deben y no perder sus casas.

Las casas colectivas se encuentran rodeadas por un discurso que aplana el todo por una parte. Desde nuestra pequeña oficina de Derechos Humanos, nos unimos al pedido de estas mujeres, hombres y niñas que viven con sus animales y quieren ser escuchados, llegar a un acuerdo, mejorar la estructura y fachada de la casas, y alcanzar así algo que nos une a todos: el anhelo porque la cultura de paz sea una realidad entre nosotros.